
El despertador de uno de los celulares nos sobresaltó, cual marmotas remolonas, dimos vueltas, pero el desayuno que parecía se iba a terminar nos hizo poner en pie.
A donde ir, sin excursiones pactadas la idea era encontrar un lugar que nos satisfaga a los dos y así se impuso dejarnos llevar y tratar de llegar a un glaciar que se encuentra a 7 kms de la ciudad. El Glaciar Martial parecía una excelente alternativa.
Primero sacamos algunas fotos del puerto, y otras hermosas panorámicas, sin dejar de notar que la nieve había aumentado en las montañas, hermosa sorpresa, porque ni por asomo esperábamos ver nieve en el verano, aún en este lugar. Del decir de los lugareños y en consonancia con lo que la gran mayoría piensa: “El clima está cambiando”.
En ese esperar la mejor toma y buscar como llegar al Martial, se nos presentó la salvadora idea de tomar un taxi, simple y sencilla. De este modo se nos presentó una posibilidad y haciendo gala de poner nuestra mejor cara de argentino gasolero (en contraste con el europeo con euros), preguntar cuanto nos sale llegar a la base del lugar donde funciona una aerosilla, y contra los 40 pesos que en las agencias nos decían iban a cobrar, incluso en el mismo hotel, encontrar que el viaje se estimaba en 17 a lo sumo 20 pesos, ante excelente oferta, allí nos subimos.
Pero no llegamos hasta el lugar deseado. Todas las calles de subida al lugar estaban cortadas. Mucha policía. Preguntando a estos nos dijeron: “Está la Presidenta en el hotel Las Hayas”. Luego nos enteramos que había inaugurado un gasoducto que une el continente con la isla por debajo del mar en el pasaje de Drake. Otra anécdota.

Lo malo. Subir cuatro kilómetros a pie. Frío y luego calor, todo en subida.
Lo bueno. Las hermosas vistas que el camino regalaba a cada paso, tras cada curva y tras cada falta de oxigeno que nos afectaba por nuestra falta de entrenamiento. Y un hermoso contexto boscoso que transformaban esos espacios en paraísos dejados por dios para recordarnos de lo que podemos gozar en el más allá.
En el camino pasamos por el hotel donde estaba hablando la señora Presidenta, H habló con una mujer policía, buscó más datos y hasta intentó convencer a F de entrar o acercarse a ver si podía conseguir un encuentro cara a cara con la señora, pero éste tanto no se la banca e invitó a H a ir que él lo esperaría junto a la ruta mirando los bosques. La conclusión: ambos siguieron camino y escucharon algo del discurso de Cristina por la radio de las interminables hileras de autos que estaban estacionados a la vera del camino.

Y seguimos camino, entre hoteles y cabaña de primer nivel, hasta llegar a la base del glaciar, un lugar que permitía ver la pared de la montaña toda blanca, pero antes empezar una pizza y un litro y medio de agua, nos dieron las fuerzas para tras pagar los 40 pesos (entre los dos) subir a la aerosilla que nos ayudaría a hacer más fácil el ascenso al glaciar.
Como buenos “Cocoas” ambos temiamos que la aerosilla nos derribara de un golpe. Tal fue el miedo que H se puso medio de mal humor, pero lo superó gracias darse cuenta que F, callado y sin exteriorizarlo, también temía lo peor de esa experiencia y entre risas, subir, nada más que ver y disfrutar de ése hermoso lugar. Pero que frío que hacía! Tras cartón llovía agua nieve, y los pantalones, ropa común, un jean y un pantalón deportivo, empezaron a humedecerse, así que, tímidamente, y mirando para todos lados para que nadie los viera, abrazarse un rato, y robarse un pico, tímido pero que dio un poco de temperatura, de esa que solo los tortolitos pueden brindar.

Bajamos, y contentos, más allá del frío, nos puso el ver mucha nieve, así que empezamos a seguir un sendero que nos aproximaba cada vez más a la montaña, conforme los carteles indicaban que ese era el camino al glaciar.
Caminamos, nos resbalabamos, el viento nos empujaba, el frío cortaba nuestra cara, pero las fotos solo pueden graficar lo impactante de animarse a hacer esos tramos. La nieve nos rodeaba, las vistas nos impactaban, el viento nos helaba, pero ver que adelante y a los costados dos moles de piedra nevada y bosques nos impactaba para ir por más. En el interín vimos otra pareja de chicos que ayer reconocimos, tal como si fueran pares que buscamos encontrar, en el presidio, que apresuraban su paso tal como si llegaran tarde al encuentro con el señor Glaciar, parecían más callados y decididos en el silencio a ascender, no como nosotros que a cada paso nos reíamos el uno del otro.
Pero no se pudo. El glaciar quedó para otra oportunidad. Lo intentamos pero el camino se hacía escarpado, resbaladizo y cada vez más nevado. No contábamos con ropa adecuada y el descenso se tornaría mucho más peligroso. Ante semejante cuadro, ambos decidimos volver y preservarnos en estos primeros días, sumado a la incontrastable realidad de que en días conoceremos el imponente “Perito Moreno”. Arriba quedó el glaciar y la otra pareja de muchachos que se animó a mucho más pero que también vimos empezaban a descender entre resbalones y ayudas recíprocas, tal como este ejemplar de “Cocoas”, ellos tampoco pudieron, a lo que digamos, nos puso contentos un poquito, porque pensamos: “si estos cocoas no pudieron, como van a poder otros cocoas similares”. Otra vez será, seguiremos participando.

Bajamos felices por otro caminito, uno que se internaba en un bosque. Hermoso era escuchar el viento fuerte que hacía que los árboles se agitaran entre sí, al tiempo que la nieve acumuladas en sus copas caía sobre nosotros. DESLUMBRANTE el minuto que usamos para meditar escuchando solo el sonido que la naturaleza en ese instante nos regalaba, y con esa sinfonía bajamos a tomar algo caliente a una hermosa casa de te, donde comimos unas tortas chocolate y un café irlandes, para satisfechos volver al hotel. La plenitud y las narices rojas del frío denotaban que estábamos completos y felices por hoy y las ganas de lograr el objetivo, simplemente, nos invita a un volver. Será en un futuro y deseamos sea aún estando juntos. Apostamos por eso.-
Y ahora, tras unos hermosos baños con hidro, relajarnos, ver una peli, y recobrar energías para disfrutar de nuestras próximas aventuras. Que siga el viaje.
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