
Martes. Otras vez nos dormimos, dimos vueltas y nos debieron esperar, por suerte éramos los primeros en subir a la combi que nos llevó a la Cascada Los Alerces y luego el hermoso, uno de los más lindos del planeta, según los entendidos, “Cerro Tronador”.
Una guía fuera de serie, entretenida y con mucha chispa que nos deleitó con sus anécdotas, leyendas bien contadas que se hacen sencillas de recordar y una excelente presentación de los lugares naturales que fuimos conociendo. Una de las leyendas que narró María Inés fue la de Amancay. Debemos destacar de nuevo la manera de relatar, muy amena y actual, usando palabras como “se jugó por ella” y demás. Pero la historia que marcó fue la del Trauco .

Personaje con el que las chicas (mujeres la mayoría) hicieron bromas todo el viaje!, dando la impresión que deseaban que el personaje existiera y fueran convocadas en el poder de su chistido particular (recordemos que el personaje posee un atributo que exalta su masculinidad y viola a las mujeres solas). Nosotros mutis al foro, por las dudas!, NO LO NECESITAMOS!.-
Llegamos al punto donde visitamos la cascada de los Alerces. Antes una visita a un parador regenteado por una anciana de 96 años que tiene la particularidad de estar en pareja con un hombre más joven de 50 años!. Comentarios a raudales pero de felicitación a la vitalidad de la anciana. En ese lugar, famoso por esto, comimos las tortas fritas más ricas que pudiéramos saborear, acompañadas de un café con leche. Satisfechos, ascendimos el sendero que bordeaba el río Manso, allí felices encontramos la caída bellísima del río en una forma de cascada y con unos colores azul profundo vívido que impactaba (nos remitimos a las fotos). Impactante verlo y sentir su rugido al caer.

Seguimos y nos sorprendimos, con varias paradas para tomar fotos, con paisajes de ensueño, que nos permiten sostener que Dios en este lugar dejó su marca para señalarnos cual es su modelo del paraiso!. Llegamos al ventisquero negro! Un glaciar que en su base se pone negro por los sedimentos que se le acumulan en su caída, cual está en un marcado retroceso, no se sabe si por el cambio climático o por una, teoría que se arraiga, escape de un volcán que antes supo estar activo. IMPRESIONANTE, porque encima se ven otros glaciares cuyos frentes se asoman a la empinada montaña y que tienen como 80 metros de altura pero se encuentran en la cima del cerro!.

Justo en ese momento se produjeron dos avalanchas de pedazos de los glaciares superiores que nos permitieron identificar el sonido, como el de una explosión, que se asemeja a un gran trueno, de ahí que el cerro se llame “Tronador”.

En la base del tronador almorzamos, para luego ir caminando hasta “La Garganta del Diablo”, ambos muy cansado nos deleitamos de la visión de la imponente montaña que logramos ver al finalizar el camino que conduce a la mejor vista de esa cascada que escurre el agua del glaciar. El esfuerzo se premia por la visión del paisaje que se obtiene allí.

La vuelta se hizo más corta, nos dormimos como una hora y media, cansados por el extenso viaje. Compramos algo para cenar, y volvimos al hotel donde nos esperaba Cristian para coordinar el viaje en el auto alquilado, merienda con chocolate frío y masas con su visita, cual matrimonio que recibe amigos en su casa, para una vez retirado nuestro guía, bajamos a tomar una botella entera de Baileys a orillas del Lago Nahuel Huapí viendo como anochecía en la playa de nuestro hotel. Sublime.

La noche se precipitó sobre nosotros, pero dio lugar a una luna que permitía observar el contorno y dibujar de plateado el lago que, a diferencia de las otras noches, no se mecía por el fuerte viento proveniente del pacífico. Brindis y promesa de que “lo mejor, siempre, está por venir”, tomados de la mano se vació la botella, cantando canciones que conocíamos, para decidir volver a nuestra habitación seguimos jugando al amor y disfrutar de una velada entre las burbujas del jacuzzi bajo la tenue luz de una vela.

Otro día terminaba, quizás faltaba una fogata en la playa o en el hogar de nuestra habitación pero lo que tuvimos fue suficiente y entrañable. Parece que María Inés tenía razón cuando durante el viaje dijo que antes de dormirnos cerraríamos los ojos y reviviríamos las montañas, cascadas, bosques, glaciares y lagos que hipnotizaron nuestros ojos durante la jornada. Estamos por acostarnos a dormir y seguro soñaremos con más Patagonia.
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