lunes, 15 de marzo de 2010

Principio en el Fin del Mundo (14/03/10)



Comenzar una travesía, un viaje, o una aventura, como mejor le siente al interesado lector decir a sus vacaciones, pués eso son: el momento para volar, y dejar atrás todo lo cotidiano que a todos nos iguala como comunes mortales.- Un momento también para pensar, volver a conectarse con tu par y con uno mismo. Un momento para proyectar a futuro, cargar pilas y claro… pensar en futuros viajes!..

Primero conocenos: somos dos personas que se aman, dos individualidades muy marcadas que intentan demostrar que no todo es cómo se piensa, que no todo es fugaz, que no todo tiene que ser pasajero y terminar pronto. Nuestros nombres (perdón, no nos presentamos!): Francisco y Hernán, una feliz pareja que banca al amor, más allá de los prejuicios y del que dirán!.-

Y –siguiendo- aquí, justamente en ese momento de distinción de lo ordinario que marcamos, se encuentran estos dos comunes mortales, dos personitas caprichosas y dichosas por tenerse uno al otro, quienes gestaron este viaje que hoy comienza.-

Viaje que encuentra su principio en el fin, justamente en el confín sureño de nuestro planeta: USHUAIA.-

Madrugada del 14 de marzo de 2010. Comienza una nueva travesía, un nuevo viaje (nota: ambos tenemos el hermoso hobbie de VIAJAR, conocer nuevos lugares, explorar otros ya conocidos, estar en tránsito, pues la vida misma no es eso? Un camino que hay que recorrer y si es junto a un par que amas y el paisaje acompaña, que más se puede pedir). Volvemos. 5.40 de la madrugada, vuelo de LAN, Buenos Aires – Ushuaia, las dos últimas ubicaciones para ir juntos, AL LADO DE LA SALIDA DE EMERGENCIA!, la risa nos ataca, un denominador entre nosotros, reirnos de todo, todos y con todo! (incluso también cuando la afamada frase se presenta: “al mal tiempo buena cara”). El viaje de casi cuatro horas se hace corto. Nos dormimos. Al despertar, ya cerca de las nueve de la mañana, el mar en lo bajo se muestra azul profundo. Y ahí, cerquita, muy cerca, la costa, algunas casas, pocas, se dibujan en un entorno desértico y extenso, imaginamos que llegamos a la Isla Grande de Tierra del Fuego. Al rato, y casi sin esperarlo se empiezan a levantar algunas montañas, sorpresivamente cubiertas de un manto blanco, nieve! (más tarde nos enteramos que se produjeron durante la noche las primeras nevadas de la temporada). Y así se precipita el anuncio del Comandante: “vamos a comenzar nuestro descenso” y sentimos como el avión comienza a iniciar su descenso, acercándose al casí antártico océano Atlántico, de verlo, da frío.

Giros de avión nos aproximan, vemos por momentos el mar y en otros el sol que se esconde tras unos grandes nubarrones que contiene y contuvieron los blancos copos de nieve que cambiaron el paisaje del lugar, y tras sortearlos (produciendo algunos cimbronazos en el avión) vemos la costa, montañosa, imponente, boscosa, no hace falta que nos indiquen que estamos en presencia de los últimos kilómetros de ese macizo millonario en años que se llama “Cordillera de los Andes” (vestida en parte de blanco), la piel se eriza, es que allí vemos como se esconde tremenda montaña en el mar para terminar en las gélidas aguas azul profundo del Atlántico Sur que con sus olas blancas de sal le dan la bienvenida. La vista se atrapa ante esa belleza. Sentirse nada es poco, sentirse feliz nos justifica. Y aún más avanzados se nota el batir de un mar alterado contra una ciudad que se observa tranquila y protegida por la cordillera que en blanco se le presenta por detrás. Así, llegamos a la ciudad más Austral del Planeta.

Tras el aterrizaje retiramos las mochilas y en la puerta de salida nos esperaba una muchacha con un cartel que rezaba “Fx2”. Salimos del aeropuerto que es como un enorme cabaña de madera donde conviven lo rustico y lo moderno, se pueden ver grandes vigas de madera que son el techo de un freeshop y cobija todas las comodidades que tienen los aeropuertos.

En el viaje al hotel la mina ya nos quiso encajar una excursión. Zafamos bien, dijimos el siempre tan eficaz “después te confirmamos” y llegamos al hotel. Un lugar de ensueño. Patagonia Jarke se llama, llegamos a estos lugares por una agencia gay, como para sentirnos más cómodos. Y así nos estamos sintiendo, la gente que trabaja tiene buena onda y todos parecen, como esperamos sea nuestro futuro, realmente amigables, comprendiendo que el amor nos iguala y que no interesa quienes sean los agraciados por vivir tan bello sentimiento.



El hotel realmente bello, tiene varios living entre las habitaciones, en varios pisos a los que se accede por escaleras o un ascensor ubicado dentro de una especie de torre de castillo antiguo. El interior delicadamente decorado con sillones grandes, lámparas, hasta sillones mecedores y divanes, y detalles tales como hogares y adornos que resaltan la calides del lugar, que se compadece con una agradable calefacción que nos permite andar a gusto con una remerita (pese las muy frías noches que precedieron nuestra llegada). Sumado a un hermoso lobby y sector de desayuno que asemeja un inmenso jardin de invierno que permite ver el cielo y el hermoso paisaje circundante. Para recomendar gente!.

La habitación. Sorpresa. Supuestamente teníamos una habitación estándar, pero nos reasignaron (habrán pensado que eramos mieleros siguiendo la nueva tendencia de casamientos entre personas del mismo sexo?) a la mejor suite, con una mini recepción con espejo de cambiador, baño con hidro, cama king (sentirse cerca hasta es difícil), sillones y, la joya, una imponente vista a la bahía y las montañas nevadas tanto de nuestro país a un costado como las chilenas que quedan justo enfrente. Todo pintado en colores pasteles, cortinado al tono, piso de parquet marrón claro, y ropa de cama que invitan a sentirte más que cómodos. UNA JOYA! Y por el módico precio que nuestros ajustados bolsillos pudieron pagar. Y nosotros chochos, sino fuera por…

Nuestro primer inconveniente. Cuando nos acercábamos a nuestra habitación, Francisco preguntó a Hernán: ¿Vos tenes la cámara?... H miró con cara de pánico y un aire frío le recorrió el cuerpo. La cámara de fotos (que se la había pasado para sacar una fotos al aeropuerto que nunca fueron tomadas), a horas de llegar al primer destino de un viaje de 16 días, ya no estaba. Silencio y preocupación, miradas cruzadas y recuerdos de ambos en sus mentes (el año pasado les robaron una mochila con cámara de fotos, lentes, mp4 y mp3, celular y billetera en Brasil, en el 4 día de un viaje con extensión similar a este).

Por suerte la señora que los recibió los calmó. “Llamo a la agencia y pregunto si quedó en la combi”, dijo ella para intentar calmar a los dos huéspedes, que no se mostraban alterados pero sí preocupados… Entraron a la habitación, pese a su belleza, de lo único que hablaban era sobre la cámara y sus últimas acciones.

Volvieron a la recepción para saber si tenían noticias del objeto perdido pero había que esperar. Mientras hablaron con la señora de cosas sin sentido, sonó el teléfono con la noticia que ya traían a la bendita cámara. Estaba en el asiento de la combi.

El primer escollo pasó y quedó como algo entre cómico y anecdótico. Sucede que H esta vez estaba teniendo muchas actitudes “cocoinas”, esto es: accidentes sin sentido que son tragicomicos. La perdida de la cámara a segundos de llegar a destino no le pasa a todo el mundo, solo a un “cocoino”. La segunda de H (quizás tercera o cuarta, porque en el avión también se sintió mal) sucedió en el baño. F se dio un superbaño relajante y le preparó la bañera a H. Con tanto cariño y dedicación F armó el baño, puso jabón y creó clima. Cuando fue H a sentarse en el bañera, la misma se REBALSÓ e INUNDÓ todo el baño!!!!... una actitud cocoina más…y el coco F secaba y secaba las huellas del accidente que amenazaban llegar al parket!

La noche fue larga, no habíamos dormido, y comenzó a pesar el sueño. Después de hacer una mini siesta, eran cerca de las 10, a la primera tarde salimos a conocer el centro de Ushuaia.



El frío helaba nuestra habituada piel a los calores veraniegos de la ciudad de Buenos Aires. Y un domingo tranquilo, como en cualquier ciudad del interior en horas de la siesta daban sensación de paz extrema. Ahí aparecimos en la Av. San Martín (la principal) donde todos los restaurantes y comercios se reúnen, y comimos algo en uno de estos. Los precios caros, como en todo Ushuaia, muy caros por momento para nuestro nivel de gastos y en comparación con Baires.

Satisfechos seguimos camino, deshaciendo metros en un “foto tras foto” que ilustrarán los hermosos paisajes montañosos y de mar que aparecían en cada esquina (mirando a la izquiera o a la derecha).-

Incluso bajamos a la costanera que está a una cuadra paralela a la señalada calle principal y nos maravillamos con la innumerable cantidad de postales que el Beagle, la ciudad y la montaña nos tributaban, parecíamos soñar, pero el viento helado y las gotas de lluvias intermitentes que se desplomaban en el último rincón sureño de este planeta nos hacían despertar.-

Paso a paso, cuadra a cuadra, y siguiendo el consejo de la tan necesaria y obligada consulta al centro de información turística local, que todo viajero hace al comienzo de cualquier periplo, llegamos al museo marítimo y a la afamada vieja penitenciaría del fin del mundo (lugar donde hace más de 70 años y por otro periodo casi tan extenso, se trasladaban a los presos más peligrosos de nuestro país). El lugar es interesante, recorrer esas celdas nos dan una pauta de los sufrimientos que esas personas, a veces injustificadamente, sufrían, tan solo con estar ahí. Contarlo no es nada comparado con sentirlo, por eso los invitamos a recorrer el pabellón que no está restaurado para sentir en carne propia el frío del lugar, la soledad de las celdas y lo imponente de sentir coartada tu libertad, entonces, en un lugar tan inhóspito como ésta isla que hacía imposible el intento de cualquier huida, el frío y la lejanía de cualquier lugar, atentaban con cualquier deseo de fuga.

Hoy el lugar es testimonio de esas épocas y, como tal, refuerza su identidad como emblema al transformarse en un museo, donde la tortura y la infelicidad dieron paso a la alegría del arte, ya que algunos de sus pabellones se muestran como centros de exposición, dejando así de lado la fealdad y el horror de los martirios allí vividos por la belleza de las obras positivas del hombre. El tema dio que hablar y argumentar, sin dejar de pensar en qué es lo que hoy pasa, y todas las contradicciones que como sociedad hallamos ante la imposibilidad de sentir seguridad por la delincuencia.-

Y terminamos, no sin antes mostrarnos un modelo a escala del verdadero faro del fin del mundo, que realmente no nos impactó pero formaba parte de la función, en la galería de arte sacándonos fotos graciosas y meditando sobre las contracaras que el museo muestra, el pasado y el presente nos dieron fe en un mejor futuro, y volvimos al frío de la calle, que se acompañaba por un fuerte chaparrón, que a poco de caminar una cuadras amainó.



Volvimos al hotel, pedimos un delivery, comimos, y a roncar. Intentamos ver una película, pero primero H y luego F cedieron al placer de dormir que nos conectó con el fabuloso mundo onírico del descanso nocturno, es que las pocas horas de sueño se impusieron a las ganas de hacer algo más. Total mañana será un día nuevo y este lugar invita a sorprendernos y alejarnos, ya en poco tiempo, de la realidad que quedó en Buenos Aires, se puede escapar a esa invitación?: obviamente, NO.-

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